jueves, 1 de noviembre de 2007

Reseña sobre Los Cronocrímenes


Nota: este artículo fue escrito el día 31, al no poder colgarlo no ha podido verse hasta hoy.


Se me hace difícil escribir sobre Los Cronocrímenes, la verdad. Hace meses que insistí sobre el hecho de que, como espectador que soy, la expectación ante una película sigue siendo una cuestión de fé. De riesgos y demasiadas decepciones.

Si, es así; no me estoy poniendo melodramático.

Ahora mismo estoy en clase, en un ordenador que la mayor parte del tiempo no tiene conexión a Internet, como el resto. A mi derecha dos compañeras hablan sobre chorradas con un tipo de clase, a mi izquierda un tipo al que solo le podría salvar una lobotomización gira en círculos con una silla de oficina. Hay mucho alboroto, nadie se toma el trabajo en serio.

Se nota que estamos a miércoles, antes del puente de Todos los Santos.

Escucho Rack, la saqué de Batan Bruits. Pasa de melancólica a reconfortante según avanza en su larga duración, unos 21 minutos.

De vez en cuando minimizo la ventana en donde escribo. No me gusta conectarme a Internet en público. No me gusta escribir en público. Y tampoco me gusta escuchar música, entiendase con cascos y todo eso, en público.

Sigue sin haber conexión a Internet. Un par de compañeros de otra clase corretean y yo me cago en su puta madre porque me están poniendo nervioso. Se preparan para conectarse a Internet a un ordenador. Falla también. Idiotas.

Mi amigo David viene a mi lado para preguntarme si he visto tal video, le respondo que no; que no puedo por no tener conexión. Me cae de puta madre, pero a veces pierdo la paciencia con él.

Como con el resto de la gente. No es algo personal, que yo sepa.

No está siendo una buena semana, aún sigo encontrándome débil y con dolores de cabeza. Sinusitis aún no he vuelto a tener, esperemos que siga así.

En fin, Los Cronocrímenes.

Decía Vigalondo en su blog, sumamente pletórico en su interior aunque aún conserva algo de serenidad, que le encanta cualquier tipo de crítica positiva. Desde las que realmente consiguen desquebrajar algo original o sacar ideas inesperadas, hasta los love troll.

Redundantemente pensé que quizá fuese yo de los segundos. Nunca he hecho un análisis lo suficientemente desarrollado de ninguno de los cortos que ha hecho. De hecho, no me gusta escribir crítica. Es difícil, subjetivo, y viendo la gran cantidad de blogs, bitácoras y webs de crítica cinematográfica no profesional (el término amateur nunca me ha gustado) es más que comprensible.

Que se ven por dónde van, vaya. Además, siempre queda el riesgo de que la incompetencia del que escriba dé los suficientes detalles como para poder intuir toda la película.

Casi nunca he hecho críticas de cine. Que recuerde, habré analizado si acaso la segunda parte de Bridget Jones y Caotica Ana, que lo único que tienen en común es que las considero pura mierda.

Y sobre cortos o películas que me hayan gustado, si acaso pequeñas reseñas o comentarios, colgar algún que otro trailer aquí, poco más.

En fin, vamos allá. Formalmente no es una crítica lo que viene a continuación, pero bueno…

Cuando supe que Los Cronocrímenes se proyectaría en el Festival de Sitges me planteé seriamente la posibilidad de ir porque intuía que su estreno se retrasaría al menos otros 6 meses más, siendo MUY optimistas, y no conocía otros festivales nacionales donde estuviese programado un futuro e hipotético pase (ahora sí).

Planifiqué un viaje de un único día de duración, debido a falta de presupuesto. Esther decidió venirse a última hora, cosa que me sorprendio.

Nos fuimos de la estación de Avenida de América el día 12, segundo día de proyección, a media noche y llegamos a Barcelona, después de un insoportable viaje, a las 8 de la mañana. Esther conocía la ciudad mejor que yo por sus padres. Pillamos el metro, me llevé una decepción porque esperaba encontrarme con trenes como los de Más de mil cámaras velan por tu seguridad, y recorrimos las Ramblas después de salir justo al lado de la sala Bagdad.

Lo primero que llama la atención de Los Cronocrímenes es su puesta en escena, con un mínimo presupuesto que….

Bien, aclaremos una cosa antes de que continue con esto. No voy a tirar por el recurso fácil de criticar, ni comparar, Primer con Los Cronocrímenes. Son películas radicalmente diferentes. Su director, Shane Carruth, compara el proceso de investigación de los científicos con Todos los hombres del Presidente. Hombre, ambición y buen hacer hay, pero Primer acaba pareciendo un puzzle incomprensible, por aquello de no saber qué, más bien cuando, pasa; una versión demasiado cerebral de viajes en el tiempo.

Aunque resulta también un título interesante, y, admítanlo, realista.

Y además, tiene una banda sonora de puta madre. Igual que Los Cronocrímenes.

Porque esta última es diferente, y similar al mismo tiempo. El tratamiento de los personajes no redunda en los tópicos de ciencia ficción, algo fácilmente identificable; son tipos reales, curiosos, no necesariamente locos. Son gente que la ha cagado experimentando con algo que no debían. Ni héroes ni villanos, porque en ambos títulos no se plantea ninguna cuestión moral ni tampoco un conflicto épico, solo aparecen un puñado de egos que alteran todo para sus propios fines.

Pero paro en seco la comparativa, hablemos de la película y de Nacho. De las obviedades vayamos a lo que de verdad puede resultar “nuevo” (con comillas, sí).

Nacho Vigalondo nació en Cabezón de la Sal en el 77, no terminó la carrera de Audiovisuales, apareció en varios anuncios de televisión (los cuales no recuerdo o creo haber visto por desgracia), está casado, cada vez tiene más fans (con lo que conlleva), y sin duda lo mejor que ha hecho hasta la fecha han sido dos cosas, aunque hay otras tantas más: 7:35 de la mañana (me encantó por ser un ejemplo retorcido de la definición de enfermo que damos en Latveria, hablaré de ello en otro post, y porque me encanta la música), y su interpretación de Jaime de Funes. Busquen.

Los habituales ya saben la historia, después de conseguir su nominación y rodar varios cortometrajes más, a mediados del 2006 finalmente rodó Los Cronocrímenes, con todos los inconvenientes que ya conocemos: las vueltas con el guión, el proceso de autodestrucción física del director, el huracán que hubo y que barrió algunos decorados, etc.

De la sinopsis, remitirles a lo ya dicho: un hombre que viaja accidentalmente en el tiempo se encuentra asimismo. A partir de ahí sucederán una serie de catastróficos hechos.

No puedo contar más sin desvelar nada. Vigalondo desmitifica los principales elementos del género para convertir lo que inicialmente presuponemos que es una película de viajes en el tiempo para convertirla en un thriller de terror CON viajes en el tiempo. Gran diferencia aunque no lo parezca.

Personalmente, me hubiera gustado asistir al proceso de creación del guión. Mi indescriptible, que no morbosa, curiosidad vuelve a ser la causante de todo.

Sobre todo de la película me guste que, dentro de las piruetas narrativas que crea, todo resulte y acabe resumiendose en una inevitable countdown to fate. En una encadenación de hechos de resolución inevitable que, unido a su toque realista y al tratamiento del género (ejem…), convierten la película en una angustiosa experiencia; cuya conclusión puede, o no, no resultar nada concluyente ni mucho menos liberadora. La piruetas del guión no son en ningún momento golpes de efecto ni pirotecnia, solo hostias psicológicas. Tragos de realidad.

Imprescindible para saber hacia dónde vamos, o caemos, o por qué, o lo que quieran….

La momia rosa.

En fin, no se si me he explicado bien. Opinen ustedes.

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